El actual mandatario y candidato a la reelección, Emmanuel Macron, y la aspirante de extrema derecha Marine Le Pen, un duelo mucho más ajustado que el de 2017, buscarán convertirse hoy en el nuevo presidente de Francia. Unos 48,7 millones de personas -más de 1,6 millón residentes en el extranjero- conforman el padrón electoral de estos comicios, que se desarrollarán entre las 8 y las 20 (las 3 y las 17 en la Argentina).
Si bien Macron lideró la primera vuelta con 27,85% de los votos frente al 23,15% de su rival, la distancia estimada para el balotaje sigue siendo estrecha y se situaría entre los seis y 15 puntos porcentuales, según diferentes encuestas. Un margen reducido comparado con los más de 30 puntos de ventaja con el que derrotó a la aspirante de ultraderecha cinco años atrás.
Desgastado tras un gobierno marcado por sucesivas crisis y un importante malestar social, el mandatario no cuenta con la frescura de antaño y causa un rechazo creciente entre las clases populares. Una situación de la que intenta beneficiarse su rival, quien se presenta como “madre de familia” y protectora de los “más vulnerables” en un contexto de encarecimiento del costo de vida, impulsado primero por la pandemia y actualmente por la guerra en Ucrania.
Veinte años después de que su padre Jean-Marie Le Pen accediera sorpresivamente a la segunda vuelta y todos los partidos llamaran en bloque a votar contra la extrema derecha, el conocido como “frente republicano” ya no es unánime y tiene menos eco en un país en el que los partidos tradicionales de gobierno -socialistas y conservadores- sufrieron sus peores derrotas electorales.
Solo tres candidatos instaron a sus bases a votar de forma explícita por Macron, mientras que el aspirante de izquierda y tercero en la contienda Jean-Luc Mélenchon (21,95%) pidió “no dar ni un solo voto a Le Pen”, pero sin descartar el voto en blanco o la abstención como alternativas.
Sus 7,7 millones de votantes son los más codiciados por ambos candidatos, que en estas semanas de campaña multiplicaron los guiños hacia la izquierda y no dudaron en readaptar sus propuestas.
Le Pen, quien hizo del poder adquisitivo -la mayor preocupación de la opinión pública- su caballo de batalla electoral, reiteró estos días su ambición social y su lucha por “salarios y jubilaciones dignas”, “por un sistema sanitario de calidad” y “por una vivienda digna”, si bien en su proyecto defiende que el acceso a las ayudas sociales y el empleo sean prioritarios para los franceses, indica el despacho de Télam. También insistió en sus medidas sociales, como bajar el IVA del 20 al 5,5% a los consumos energéticos o eliminarlo directamente para una canasta básica de 100 productos alimenticios si la inflación supera en al menos un punto porcentual al PIB. Situada al otro extremo del arco político, la líder de Agrupación Nacional se distanció incluso de algunas de sus propuestas más polémicas -como la prohibición del velo islámico en la vía pública- e intentó hacer del balotaje un referendo contra Macron, con la esperanza de que la decepción de los electores de izquierda con su Gobierno eclipse su programa de ultraderecha.
Macron, en cambio, intentó distanciarse de la imagen de “presidente de los ricos” y alejado de los franceses y multiplicó sus desplazamientos por el país, principalmente en zonas donde Le Pen y Mélenchon resultaron ganadores en la primera vuelta. La mayor apuesta del mandatario para atraer al electorado fue centrarse en la defensa del medioambiente y prometió transformar a Francia en la primera “gran nación en salir del petróleo, gas y carbón” y nombrar un primer ministro encargado de la “planificación ecológica”, una propuesta hecha previamente por el propio Mélenchon.
Centrarse en el tema de la ecología permitió al mandatario saliente enfrentar su proyecto de manera frontal y abordable al de Le Pen y de presentarse como defensor ante los múltiples “peligros” de la extrema derecha.